miércoles, 17 de mayo de 2017

Sobre la redención (la divina comedia)


"-...escucha, pues, que mis palabras te ofrecerán una gran verdad. Por no haber soportado un útil freno a su voluntad aquel hombre que no nació, al condenarse, condenó a toda su descendencia; por lo cual la especie humana yació enferma por muchos siglos en medio de un grande error, hasta que el Verbo de Dios se dignó descender adonde, por un solo acto de su eterno amor, unió a sí en persona la naturaleza, que se había alejado de su Hacedor. Ahora mira atentamente lo que digo: Esta naturaleza unida a su Hacedor, tal cual fué creada, era sincera y buena; pero por sí misma fué desterrada del Paraíso, porque se salió del camino de la verdad y de su vida. La pena, pues, que la Cruz hizo sufrir a la naturaleza humana de Jesucristo, si se mide por esa misma naturaleza, fué más justa que otra cualquiera; pero tampoco hubo otra tan injusta, si se atiende a la Persona divina que la sufrió, y a la que estaba unida aquella naturaleza. por lo tanto, aquel hecho produjo efectos diferentes; porque la misma muerte fué grata a Dios y a los Judíos; por ella tembló la Tierra, y por ella se abrió el Cielo.

No te debe ya parecer tan incomprensible cuando te digan que un tribunal justo ha castigado una justa venganza. Mas ahora veo tu mente comprimida, de idea en idea, en un nudo, del que espera con ansia verse libre. Tú dices: "Comprendo bien lo que oigo; pero no veo bien por qué Dios quisiera valerse de este medio para nuestra redención". Este decreto, hermano, está velado a los ojos de todo aquel cuyo espíritu no haya crecido en la llama de la caridad. Y en efecto, como se examina mucho este punto, y se le comprende poco, te diré por qué fué elegido aquel medio como el más digno. La divina bondad, que rechaza de sí todo rencor, ardiendo en sí misma centellea de tal modo, que hace brotar las bellezas eternas. Lo que procede inmediatamente de ella sin otra cooperación no tiene fin; porque nada hace cambiar su sello una vez impreso. Lo que sin cooperación procede de ella es completamente libre, porque no está sujeto a la influencia de las cosas secundarias; y cuanto más se le asemeja, más le place, pues el amor divino que irradia sobre todo, se manifiesta con mayor brillo en lo que se le parece más. La criatura humana disfruta la ventaja de todos estos dones; pero si le falta uno solo, es preciso que decaiga  su nobleza. Sólo el pecado es el que le arrebata su libertad y su semejanza con el sumo Bien; por lo cual se refleja muy poco su luz, y no vuelve a adquirir su dignidad, si no llena de nuevo el vacío que dejó su culpa, expiando sus malos placeres por medio de justas penas. Cuando vuestra naturaleza entera pecó en su germen, se vió despojada de estas dignidades y lanzada del Paraíso, y no hubiera podido recobrarlas (si lo examinas sutilmente) por ningún camino, sin pasar por uno de estos vados: o porque Dios, en su bondad, perdona el pecado, o porque el hombre por sí mismo redimiera su falta. Fija ahora tus miradas en el abismo del consejo eterno, y está tan atento como puedas a mis palabras. El hombre no podía jamás, en sus límites naturales, dar satisfacción, por no poder después humillarse con su obediencia tanto cuanto pretendió elevarse con su desobediencia; y ésta es la causa por que el hombre fué exceptuado de poder dar satisfacción por sí mismo. Era preciso, pues, que Dios condujera al hombre a la vida sempiterna por sus propias vías, bien por una, o bien por las ambas. Pero, como la obra es tanto más grata al obrero cuanto más representa la bondad del corazón de donde ha salido, la divina bondad, que imprime al mundo su imagen, se regocijó de proceder por todas sus vías para elevaros hasta ella. Entre el primer día y la última noche no hubo ni habrá jamás un procedimiento tan sublime y magnífico, de cualquier modo que se le considere; porque al entregarse Dios a sí mismo, haciendo al hombre apto para lamentarse da su caída, fué más liberal que si le hubiese perdonado por su clemencia; y todos los demás medios eran insuficientes ante la justicia, si el Hijo de Dios no se hubiera humillado hasta encarnarse. Ahora, para colmar bien todos tus deseos, vuelvo atrás, a fin de aclararte algún punto de modo que lo veas como yo. Tú dices: "Yo veo el aire, veo el fuego, el agua, la tierra y todas sus mezclas llegar a corromperse y durar poco; y estas cosas, sin embargo, fueron creadas: ahora bien, si lo que has dicho es cierto, deberían estar al abrigo de la corrupción." Los ángeles, hermano, y el país en que estás, pueden decirse creados tales como son, en su eterno ser; pero los elementos que has nombrado, y aquellas cosas que de ellos se componen, tienen su forma de una potencia creada. Creada fué la materia de la que están hechos: creada fué la virtud generatriz de las formas de las estrellas que giran en torno suyo. El rayo y el movimiento de las santas luces sacan de la complexión potencial el alma de todos los brutos y plantas; pero vuestra vida aspira directamente la divina bondad, la cual enamora de sí, de modo que siempre la desea. De aquí puedes deducir aún vuestra resurrección, si reflexionas cómo fué creada la carne humana, cuando fueron creados los primeros padres."

(Dante, "la divina comedia", VII Paraíso, habla Beatriz)