20. El Oro
“El oro que dormita en el barro es tan puro como el que brilla en el sol”. (M. R. II, 21’)
(Louis Cattiaux "El Mensaje Reencontrado")
"Hemos de señalar, sin embargo, que, si bien el hombre, como exponente de la especie, ocupa siempre el centro de la condición terrena, como individuo no debe situarse forzosamente en esta posición. El animal permanece siempre fiel a la forma esencial de su especie; es decir, por su mera existencia, participa de manera pasiva del rayo del espíritu que se manifiesta en él (el llamado instinto del animal pertenece a esta participación pasiva del espíritu). Por el contrario, el hombre ha sido creado para participar activamente del espíritu divino, cuya representación «central» es él. Sólo entonces es realmente el centro del mundo terrenal e incluso, en la medida en que se identifique con el espíritu, de todo el cosmos. La conquista de este centro de la existencia terrenal es el verdadero objetivo de la alquimia y, a la vez, el más profundo significado del oro. El oro es un «cuerpo» como los demás metales, pero el peso, la densidad y la divisibilidad de los cuerpos se convierten en él en propiedades simbólicas; el oro es luz hecha cuerpo. A menudo, los propios alquimistas describen el objeto de su obra como «la volatilización de lo sólido y la solidificación de lo volátil» o, también, como «la espiritualización del cuerpo y la corporeización del espíritu», el oro no es más que esto."
(Titus Burkhardt, "Alquimia")
Materia prima;
"Dicen los alquimistas que los metales ordinarios no pueden convertirse en plata ni en oro si antes no son reducidos a su materia prima. Si se consideran los metales ordinarios como estados del alma incompletos y «cristalizados» en la impureza, la materia prima a la que deben reducirse no es otra cosa sino la materia básica de aquélla, es decir, el alma en su estado primitivo, no condicionada ni fijada en una «forma» concreta por impresiones o por las pasiones. Mientras el alma no quede libre de las concreciones y contradicciones interiores, no será materia dúctil sobre la que el espíritu que procede «de arriba» pueda imprimir una nueva «forma», una forma que no limita ni ata, sino que, por el contrario, libera, pues procede de la sustancia eterna del ser. Si la forma del «metal» ordinario era una especie de pasmo y, de consiguiente, representaba una limitación, la del metal «noble» es un símbolo y, por tanto, la conjunción directa con el propio arquetipo en Dios."
(Titus Burkhardt, "Alquimia")