miércoles, 25 de enero de 2017

Sobre la Jerusalem celestial - La ciudad de Dios - el Centro.



"Hay que recordarlo: los muros de las catedrales góticas no están horadados con ventanas para permitir la visión del mundo exterior, sino que su papel es ser, semejantes a las de la Jerusalén celestial, tabiques de luz o gemas resplandecientes."

(Titus Burckhardt, "Chartres y el nacimiento de la catedral")

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""In this seat of Brahma (Brahma-pura)", that is to say, in the vital centre of which we have just been speaking "there is a small lotus, a place in which is a small cavity (dahara) occupied by Ether (Akasha); we must seek That which is in this place, and we shall know it.""

("Chandogya Upanishad" in Rene Guenon, "Man and his becoming according to the Vedanta")


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"In the vital centre, dwelling of Purusha, "the sun shines not, nor the moon, nor the stars; still less this visible fire (the igneous sensible element, or tejas, of which visibility is the peculiar quality), All shine by the radiance of Purusha (by reflecting its brightness); it is by its splendour that this whole (the integral individuality regarded as "microcosm") is illuminated.


So, too, we read in the Bhagvad Gita; "one must seek the place (symbolizing a state) whence there is no return (to manifestation)...This place neither sun, nor moon, nor fire illumines; it is there I have my supreme abode."

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"Bhagvadgita, XV, 4 and 6, In these texts one can observe an interesting similarity with the following passage from the description of the "Heavenly Jerusalem" in the Apocalypse, XXI, 23: "And the city had no need of the sun, neither of the moon, to shine in it: for the glory of God did lighten it, and the Lamb is the light thereof. " From this can be seen that the Heavenly Jerusalem is not unrelated to the "city of Brahman":"

(Rene Guenon, "Man and his becoming according to the Vedanta")

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"Y así, dos amores hicieron dos ciudades: el amor de sí mismo hasta el desprecio de Dios, la terrena; y el amor de Dios hasta el desprecio de sí, la celestial."

(San Agustín, "La ciudad de Dios", XIV 28)

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"Esa suprema morada Mía no está iluminada por el Sol ni la Luna, ni por el fuego, ni por la electricidad. Aquellos que llegan a ella, nunca regresan a este mundo material."

(Bhagvad Gita XV 6, en "El Bhagvad Gita tal como es", Swami Prabhupada)

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"Ciudad que no existe en lugar alguno sobre la tierra. Pero quizás se de en el cielo un modelo como ese para el que quiera contemplar y regir por él la conducta de su alma. Aunque poco importa por lo demás, que exista o haya de existir algún día. Sólo esa, y ninguna otra, es la ciudad adecuada para la acción del sabio".

(Platón, "La República", X)


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"En el principio de los tiempos, es decir, del ciclo actual, el Paraíso terrenal se hizo inaccesible a consecuencia de la caída del hombre; la nueva Jerusalén debe "descender del Cielo a la Tierra" al final del ciclo para marcar el restablecimiento de todas las cosas en su orden primordial, y se puede decir que desenpeñará para el ciclo futuro el mismo papel que el Paraíso terrenal para el nuestro. En efecto, el final de un ciclo es análogo a su comienzo, y el final de uno coincide con el comienzo del siguiente; lo que no era sino virtual al principio del ciclo se encuentra realizado efectivamente en su final, y engendra entonces de forma immediata las virtualidades que se desarrollarán a su vez
en el curso del ciclo futuro."

(René Guenon, "El esoterismo de Dante")


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"-Hermes; Pero hay aún otros dioses cuyas virtudes activas y operaciones se distribuyen a través de todo lo que existe. En cuanto a aquellos dioses cuyo dominio se ejerce sobra la tierra, un día serán restaurados y morarán en una ciudad en el último extremo de Egipto, una ciudad que será fundada en el lado del sol poniente, y donde afluirá, por tierra y por mar, toda la raza de los mortales.

-Asclepios; Dime, ¡oh, Trismegisto!, ¿dónde se encuentran ahora estos dioses de la tierra?

-Hermes; Habitan en una gran ciudad sobre la montaña de Libia. Pero ya he hablado suficiente sobre esto."

(Hermes Trismegisto, "Corpus Hermeticum. Libro II Asclepios) 


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"¡Oh llama de amor viva, que tiernamente hieres de mi alma el más profundo centro!"

(San Juan de la Cruz)