"Esta misma liturgica latina, por la pluma de Santo Tomás de Aquino, consagró oficialmente la miel como símbolo de la Eucaristía, tomando por Introito de la Misa del Santo Sacramento estas palabras: "Cibavit eos ex adipe frumenti, et de petra melle saturavit eos." "Él los alimentó con la más grasa sustancia del trigo, los sació con miel de la piedra". Es la trasposición de un versículo del salmo con el que David pone en boca del Señor estas palabras dirigidas a su pueblo: "Yo os alimentaré con la flor del trigo y los saciaré con miel de la roca".
Este simbolismo feliz fué propio de todos los tiempos cristianos, y son numerosos los autores que se sirvieron de él: en el siglo III, el lapicida de Autun, que grabó la piedra funeraria de Pectorio ya trazó estas palabras pensando en la Eucaristía: "Queridísimo, regocija tu alma mediante el agua de sabiduría, que nunca deja de manar y que da los tesoros. Recibe este alimento, dulce como la miel del salvador de los santos y come con delicia, sosteniendo al Pez (Cristo) en tus manos..."
Recordemos también que san Hipólito prescribía dar a los comulgantes tres alimentos, primero una copa de agua, luego miel y luego una copa de vino, "todo ello debidamente eucaristicado."
Doce siglos más tarde, un miniaturista francés representaba un copón con el texto del Cantar de los Cantares: "Comedi favum cum melle meo.", "He comido mi panal con mi miel".
En el siglo XVII, messire Jean Belot, párroco de Ménilmont, que se autotitulaba "Maestro de Ciencias divinas y celestiales" citaba en su singular obra, como una de las doce figuras del Sacramento del Altar, "el panal de miel que devuelve la vista a Jonathas." Pues bien, veamos el hecho bíblico al que se alude aquí: Jonatán, hijo de Saúl, rey de Israel, habiendo encontrado miel de abejas salvajes en un bosque, comió de ella delante del pueblo, y sus ojos adquirieron un brillo extraordinario, él mismo lo hizo notar, diciendo a la multitud: "¿Veis lo brillantes que se han puesto mis ojos porque he comido de esta miel?". Asimismo la teología reconoce en la Eucaristía la virtud de conceder a las almas una visión más clara, una comprensión más penetrante de las cuestiones espirituales y divinas.
Este mismo simbolismo que relaciona la miel con la Eucaristía es reconocible en la ornamentación del alba potevina del siglo XIII, de la que hemos hablado en el capítulo anterior, y que tiene una cruz horizontal en la que hay una colmena acompañada de un personaje que presenta espigas, así como un cáliz sobre el cual se encuentra la hostia."
(Louis Charbonneau-Lassay, "El bestiario de Cristo")
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